ACABABAN DE ACOSTARSE Y ESTABAN MUY FELICES.
Como era costumbre, ella se dió la vuelta y dejó que él la abrazara por detrás.
Quedaron así durante unos minutos, exhaustos y sudorosos en la oscuridad. El reloj digital sobre la mesita de luz marcaba las dos y cuarto de la madrugada.
-Feliz primer aniversario, amor.- Le dijo él, al tiempo que sentía que comenzaba a sumergirse en el sueño.
No obtuvo respuesta; pensó que su mujer ya estaba dormida. Quiso besarle el cuello, donde sabía que ella sentía cosquillas, pero no pudo hacerlo: allí no había ningún cuello.
Ella le estaba dando la espalda en la oscuridad, podía sentir la firmeza de sus muslos y la piel lisa de la espalda, pero acababa de besar a su esposa en los labios. Era imposible. Eso quería decir que su mujer tenía la cabeza girada en un ángulo inhumano, mirando directamente hacia él.
Él se incorporó con rapidez y buscó a tientas la lámpara, pero sus dedos no acertaban con la perilla. Al mismo tiempo escuchó que ella a su lado se removía, que emitía una serie de borboteos, como si se estuviera ahogando en un líquido aceitoso. Y luego una risa.
Una risa diabólica, desquiciada, que parecía surgir de las profundidades de un pozo.
-Feliz primer aniversario, amor.- Dijo ella, sólo que no era su voz, era la voz del demonio.
Por fin él encendió la luz, miró, y comenzó a gritar...

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